Cuando el presidente del gobierno español José
Luis Rodríguez Zapatero aseguró en abril del año
2009 que España finalmente ingresaría a la era
educativa digital, las respuestas de los interesados
(alumnos, docentes, políticos) oscilaron entre la negación
y la crítica más acerba, a excepción, es claro,
de los empresarios interesados en el negocio, quienes,
con Bill Gates a la cabeza especialmente invitado
para el anuncio, estuvieron de parabienes.
No mucha mejor acogida tuvo la declaración, en
el mismo mes, de la presidenta argentina, Cristina
Fernández de Kirchner, de que se entregarían, a
partir del año 2010, 250.000 laptops a alumnos y
profesores de 1.150 escuelas técnicas. La promesa
no generó rechazo pero tampoco demasiado entusiasmo,
salvo en torno del fabricante que —como
se imaginaba— proveería el equipamiento.
Descontando que la opinión pública no haya tomado
ambos mensajes como mero vaporware,
añadiendo indiferencia frente a hechos que hace
unos años hubiesen resultado portentosos, se
sumó de parte de especialistas y de trabajadores
en tecnologías colaborativas, de verdaderos cultores
del espíritu Web 2.0 y de las comunidades blogger
una cierta premonición de fracaso.
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